miércoles, 21 de octubre de 2009

Las primeras décadas del siglo XX

Las primeras décadas del siglo XX
Los movimientos culturales y las tendencias que nacieron en Europa, durante el siglo XX, llegaron más tarde a América. Y la influencia que ejercieron dio lugar a un desarrollo de composiciones y obras literarias de diversa índole.
En América, este nuevo movimiento cultural significó más que una escuela una época donde hubo un "gran movimiento de entusiasmo y libertad hacia la belleza", según las palabras del poeta español Juan Ramón Jiménez.
La madurez económica y política que alcanzaron los países hispanoamericanos a fines del siglo XIX permitió el abandono de la vieja imagen romántica del literato político, representado por Sarmiento, Montalvo, Arboleda y en otro plano José Martí.
El nuevo escritor es exclusivamente un artista y puede dedicarse a la búsqueda de la belleza. El nuevo escritor, generalmente, procede de familias acomodadas, pero rechaza el mundo de fantasía que estas clases sociales viven, prefiere huir de la sociedad, aunque a veces por vías poco adecuadas (suicidios, alcohol y drogas).
Dentro de este nuevo escenario, era lógico que los valores literarios adquirieran signos nuevos. La literatura hispanoamericana se nutre de dos fuentes principales, ambas francesas, el parnasianismo y el simbolismo. Con el primero, se acoge toda la influencia de Baudelaire y el ensalzamiento de los temas morbosos y, sobre todo, la obsesión por la belleza exótica.
El simbolismo había pretendido con Mallarmé expresar la idea pura de la belleza, a través de la complicidad de imágenes dispares, cuya enunciación recreaba en el lector la figura requerida.
De los parnasianos y simbolistas procede también la actitud de desesperación vital, de angustia y de tedio. Y las corrientes filosóficas del momento son apropiadas para ello: quiebran la antigua confianza en el positivismo, el que es reemplazado por la moral del superhombre predicada por Nieztsche. Es la época del irracionalismo vitalista, de las luchas contra las trabas que el cristianismo impone al libre desarrollo del ser humano. Pero, también se siente, por otro lado, la estremecida, casi mítica necesidad de Dios (Unamuno, León Bloy).

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